Abandonad toda esperanza

miércoles, 30 de septiembre de 2009

¿Impopulares?

La pregunta del millón: ¿Qué tienen en común la fotógrafo Diane Arbus, el escritor de novela negra James Ellroy, la actriz y directora de cine X Jenna Jameson y el superhéroe Daredevil?









No, no es "Los cuatro se desnudan de vez en cuando", ni tampoco "Los cuatro son personajes de ficción"... aunque esta última respuesta se acerca bastante a la verdad. Dos son las respuestas correctas... La primera, que todos ellos se han dejado caer antes, al menos una vez, por este vuestro blog. La segunda... mejor os la explica Óscar Palmer: Cultura impopular.

martes, 29 de septiembre de 2009

Bodrios que hay que ver: Dolly Dearest

Soberana tontería la de hoy, aunque a los amantes irredentos del cine de terror videoclubero de los años 80 puede aportarles ochenta minutos de sana nostalgia. Imagino que recordarán a Chucky, el inefable muñeco diabólico de la digna película de Tom Holland cuyo recuerdo fue después mancillado por varias secuelas más que mediocres... y no salvo ni siquiera a las aplaudidas revisiones irónicas filmadas por Ronny Yu. Pues no, no vamos a hablar de Chucky, sino de Dolly Dearest, que podría haberse convertido en su novia de no haberse metido de por medio la meticona de Jennifer Tilly.



Este film en cuestión, estrenado directamente en vídeo entre nosotros con el título original y el subtítulo de "Jugando a matar", se filmó en 1991 de la mano de Maria Lease, hasta aquel momento una actriz de carrera discreta y totalmente circunscrita al cine de serie B -debutó en un film del inimitable Ray Dennis Steckler y luego trabajó con Al Adamson en Dracula Vs. Frankenstein, además de intervenir en alguna que otra producción erótica de nulo presupuesto- y que había hecho sus pinitos montando un par de títulos como Schoolgirls in Chains y Planets of Dinosaurs, o sea, "Colegialas encadenadas" y "El planeta de los dinosaurios" (ahí es na). Por supuesto, si creía que dirigir Dolly Dearest iba a suponer su redención y su posterior salto al cine de serie A se equivocaba: nunca más se volvió a poner detrás de una cámara. Al menos, de una cámara encendida que estuviese filmando algo.



Por supuesto, Dolly Dearest supuso un intento (infructuoso, claro está) de aprovecharse del éxito de la citada Muñeco diabólico, y sus artífices se limitaron a cambiar el sexo del amenazante muñeco sin vida como única excusa para que no pudiesen acusarles de plagio. Eso es tener rostro y lo demás son tonterías.



La película en cuestión arranca con una excavación que despierta, claro, a los espíritus de una civilización olvidada. Estos, como no podía ser de otra forma, se apropian de los cuerpos de varias muñecas que descansan en una fábrica de ídems cerrada a punto de reabrirse... porque hasta allí, el último agujero del mundo olvidado de la mano de Dios, ha ido a parar un empresario de una compañía de muñecas y su familia, decidido a convertir a Dolly Dearest en la muñeca más querida de América.



Por supuesto, esa idea que a él le parece tan lógica, al espectador le deja patidifuso una vez ve la cara de la susodicha muñeca, que ya da miedo incluso antes de la transformación. Pero claro, el matrimonio protagonista no nota nada, y apenas reaccionarán cuando -y este es el apunte más interesante del film, aunque luego no se explote adecuadamente- la hija pequeña empiece a entablar una relación cada vez más cerrada y excluyente con el engendro de plástico y hasta llegue a peinarse para parecerse a ella.



Mientras tanto, el hermano mayor, una suerte de explorador fascinado con las antiguas civilizaciones mayas, intentará convencer a un experto arqueólogo para que lo deje convertirse en su ayudante. Y mientras sus padres se enfadan con él por los peligros que corre y por salir en mitad de la noche sin avisarles, nadie parecerá percatarse del peligro que supone la citada Dolly... Solo, claro, la sirvienta nativa, de esas que siempre saben mucho pero a las que todos tildan de locas y nadie cree hasta que es demasiado tarde.



La película, como ven, es una sucesión continua de tópicos que resulta insalvable pese a su digno reparto: el cabeza de familia está interpretado por Sam Bottoms, que murió el año pasado dejando atrás intervenciones en películas tan importantes como su debut en The Last Picture Show y sus papeles para Coppola (Apocalypse Now y Jardines de piedra) y Eastwood (El fuera de la ley y Bronco Billy); su esposa es Denise Crosby (habitual en el género, recuerden El cementerio viviente o la discreta Mortuary); y el arqueólogo es el veterano Rip Torn. Incluso recordarán a Lupe Ontiveros, la criada santera, como la madre de Eva Longoria en los primeros episodios de Mujeres desesperadas. Pero de donde no hay no se puede sacar...



En fin... una pérdida de tiempo absoluta, que solo satisfará a los fanáticos de las películas de muñecos mortales. Y debe de haberlos, porque solo así se explicaría la retahíla de pequeños homicidas de plástico que han poblado y pueblan la historia del cine. Les dejo en buena compañía con algunos de ellos...









lunes, 28 de septiembre de 2009

La vida es buena si no te rindes: Obra mayor de un arte muy menor



Hace apenas una semana adquirí la segunda edición de La vida es buena si no te rindes de Seth, editada por Sins Entido, ajustando así cuentas pendientes con mi biblioteca y con uno de sus múltiples huecos. Porque los que somos coleccionistas -en mi caso de películas, de cómics... y de libros; sí, porque también leo libros, y a veces hasta los entiendo- vivimos rodeados de huecos, de lagunas pendientes de superar... Aunque mal que nos pese en el caso de los coleccionistas de cómics, según algunos, nuestra afición revele menos sensibilidad que la de los coleccionistas de sellos.

Precisamente un coleccionista de cómics es el protagonista de este relato, que no es otro que el propio Gregory Gallant, que en la década de los 80 se cambió el nombre por el seudónimo artístico de Seth para erigirse en uno de los nombres clave del cómic independiente actual.



A Seth, de nacionalidad canadiense, ya lo conocía como personaje de ficción por su comparecencia justo a su colega y compatriota Chester Brown en Pobre cabrón, de Joe Matt, el tercero en discordia. Los tres forman un grupo de amigos autores de historieta que, como recordara Andreu Martín en su participación en Mayo Negro hablando de su faceta como guionista de tebeos, se relacionan en la vida real y se cruzan de vez en cuando en sus respectivos universos de ficción, dando pie así a una peculiar pirueta metanarrativa a la que hay que reconocerle cierta gracia. Sin ir más lejos el autor de El Playboy -dedicada a Seth, "por su ejemplo como artista"- aparece como Chet, el mejor amigo del protagonista, en La vida es buena si no te rindes.





En esta narración que vio la luz por vez primera de forma serializada en la revista Palookaville, durante cuatro años a mediados de los 90, Seth se dibuja a sí mismo como un depresivo crónico, continuamente insatisfecho pese a que la vida no lo ha tratado demasiado mal. Quizá se deba a que sus varias relaciones sentimentales -que parece no costarle demasiado establecer- no acaban nunca por consolidarse, seguramente por su propio carácter depresivo y su preocupación por perderlas: como una pescadilla que se muerde la cola, el autor de Ventiladores Clyde se pasea como un alma en pena por las calles de un Canadá igualmente fantasmal en busca de un ideal vital que no acaba de saber muy bien cuál es.




Al parecer, su único consuelo es alimentar su faceta como coleccionista de historietas, y en su permanente búsqueda y ocasional hallazgo de tesoros semiolvidados en librerías de segunda mano se topa con algunos ejemplares primitivos del The New Yorker. En sus páginas, entre otras perlas de autores como Peter Arno, Charles Addams o Richard Taylor, descubre un chiste aislado firmado por Kalo. Su obsesión completista llevará a Seth a investigar sobre la figura de este desconocido colaborador ocasional del célebre magazine cultural -para el que tiempo después él mismo realizaría una portada-, descubriendo que su nombre real es el de Jack Kalloway y que, como él, es canadiense.



En el film de Theo Angelopoulos La mirada de Ulises -si se me permite comparar un arte muy menor, como es el cómic según algunos, con otro mayor como el séptimo arte, aunque Angelopoulos no sea Luis Buñuel-, el periplo del director de cine A. en busca de los trabajos primigenios de los pioneros del cine griego se convertía en una odisea similar a la de Ulises en su regreso a Ítaca, en un regreso a los orígenes de un hombre y de una nación. Algo parecido le sucede a Seth, pues en su incansable periplo en pos de un dibujante ya fallecido y olvidado por la mayoría, el autor volverá a caminar por las calles que pateó en su infancia y descubrirá el eco de un tiempo pretérito en el que todo parecía más fácil.



No tema el lector menos iniciado perderse en la lectura de La vida es buena si no te rindes: pese a las varias referencias culturales que salpican sus páginas, esta obra es todo menos pesada o farragosa; el ritmo es moroso, sí, pero el lector fácilmente se deja contagiar del entusiasmo, que no del estado depresivo, del propio Seth, que construye lo que podríamos llamar un slice of life de intriga, y cuyas páginas se van pasando con creciente interés por llegar al final y descubrir todo lo posible sobre la figura de Kalo. Con todo, Seth es prudente e incluye al final un glosario de artistas, personajes y obras citadas.



Pero, por supuesto, los expertos en la materia serán los que más disfruten, y aunque un servidor no pueda considerarse como tal, el poseer una biblioteca considerable permite que La vida es buena si no te rindes nos lleve a disfrutar hojeando y ojeando las páginas de otras obras que descansan en las estanterías: así, Chet -esto es, Chester Brown-, confiesa en la cola de un cine donde Seth y él se disponen a ver El invisible Harvey su interés por Bill Ward, "el que dibuja tetas como torpedos" (p. 52) según Seth (recuerden El Playboy y el interés de Brown por el erotismo gráfico). Esta referencia nos lleva a otear The Wonderful World of Bill Ward, el impresionante volumen de Taschen repleto de chicas en versión Ward... aunque el poseerlo como un tesoro en nuestra biblioteca desvele, ya se sabe, nuestra escasa sensibilidad.



Unas páginas después Seth confiesa que viajar en tren siempre le recuerda un instante de La isla negra de Hergé (pp. 76-77), donde Tintín y Milú -personajes que, como bien saben algunos a su pesar, cumplen ochenta años- caminan peligrosamente por el techo de un tren en marcha, en una secuencia que los editores intentaron -infructuosamente- que el autor eliminara por miedo a que los lectores más jóvenes y temerarios intentaran repetir las andanzas del joven periodista. De nuevo nos dirigimos al estante, cogemos el álbum correspondiente y de nuevo nos retrotraemos -como Seth- a nuestra infancia, al momento en que esas veintitrés aventuras [que] han emocionado a lectores del mundo entero durante siete décadas nos emocionaron por vez primera. Será que somos unos insensibles.



Y, claro, luego está The Complete Cartoons of The New Yorker de Black Dog & Leventhal Publishers, el impresionante recopilatorio de los chistes gráficos publicados en el magazine que nos traímos de Madrid en uno de nuestros viajes a la capital: nuestra escasa sensibilidad, ya saben, nos convierte en mulas de carga capaces de soportar los muchísimos kilos que pesa el libro para, al final, dejarlo que coja polvo en un anaquel en lugar de dedicar nuestro esfuerzo a algo más productivo, o al menos más sensible, como coleccionar sellos. En las páginas de esta obra, por cierto, descubrimos la ausencia de Kalo... porque Kalo, verdaderamente, nunca existió, y no es más que una licencia ficcional dentro de una obra autobiográfica como es La vida es buena si no te rindes.



En resumidas cuentas: La vida es buena si no te rindes me parece una obra maestra, pues de maestría hace gala Seth en su manejo de los recursos del arte secuencial, con un dominio absoluto del monólogo y del diálogo seguido de secuencias carentes de texto donde todo el peso de la narración descansa sobre la sucesión de imágenes, imprimiendo en todo momento una melancolía veraz a lo narrado... Si bien, curiosamente, el recuerdo de otros autores y otras obras, como bien apuntara Francisco Naranjo, se materializa a través de la palabra y no de la imagen.



Hablando de palabras y de imágenes: La vida es buena si no te rindes es una obra maestra, sí, que puede codearse desde ya en igualdad de condiciones con los más celebrados títulos de autores como Art Spiegelman (Maus) o Chris Ware (Jimmy Corrigan)... Pero una obra maestra dentro de las fronteras de su medio, como la Lolita de Nabokov es una obra maestra de la literatura o la de Kubrick lo es del cine. Una obviedad esta que pese a ello y visto lo visto todavía hay que aclarar: no hace falta compararla, como hacen algunos, con un libro de Thomas Mann o un film de Luis Buñuel porque, ni se puede, ni tiene sentido, ni hace falta. Como mucho, podremos compararla con otras historietas; y seguro que encontrarán muchas peores, pero muy pocas mejores que esta. Aunque todas, unas y otras, serán comparables a priori.



Para poner punto y final a estas reflexiones, les recomiendo encarecidamente la interesantísima lectura que de la obra de Seth hace Pepo Pérez, otro de esos insensibles según algunos, en su blog Es muy de cómic. Hay que ver lo que son capaces de sacar algunos mitómanos insensibles de algo tan menor como unos dibujos animados.


Título: La vida es buena si no te rindes
Autor: Seth (guión y dibujo)
Editorial: Sins Entido
Fecha de edición: septiembre de 2009 [2.ª ed.]
200 pp. (bitono) - 19 €



Nota bene.- Por si todavía queda alguien que no lo haya leído... Con todos ustedes, don Vicente Molina Foix:




[Todas las imágenes interiores provienen de La vida es buena si no te rindes, con excepción de: 4.ª- Pobre cabrón, de Joe Matt; 13.ª- "El sabor" (en NSLM), de Santiago García y Pepo Pérez.]

domingo, 27 de septiembre de 2009

Hasta donde el cine nos lleve: La crítica ha dicho...

Distintos medios y diferentes críticos y lectores empiezan a hacerse eco de nuestro libro Hasta donde el cine nos lleve. Para empezar con esta batería de comentarios, arrancamos con una que nos hizo bastante ilusión dada la difusión del medio: la reseña publicada el pasado sábado 19 de septiembre en El Viajero, suplemento de El País, y que reproducimos de seguido...



"Un relato de Rudyard Kipling le sirvió de base a John Huston para rodar en 1974 una hermosa y trepidante película de aventuras sobre dos pícaros ingleses -interpretados [por] Michael Caine y Sean Connery- en busca de un reino legendario perdido en las montañas del Hindu Kush, al nordeste de Afganistán. El hombre que pudo reinar (The man who would be a king) es uno de los títulos que incluyen Jesús Lens y Francisco J. Ortiz en Hasta donde el cine nos lleve (Viajes y escenarios de película), que acaba de publicar la editorial granadina Almed en su colección Ultramarina.

Con una premisa, la de que no existe un género de viajes en el cine (¿qué hacemos con la road movie?), el libro ofrece, en un orden cronológico que toma como referencia la época donde se sitúa el argumento, una larga e interesante colección de sinopsis de filmes de géneros tan dispares como el melodrama, el cine de aventuras, la ciencia-ficción, los dibujos animados o el western, en los que los viajes aparecen de una u otra forma.

Una heterogénea lista en la que aparecen títulos imprescindibles como El ladrón de Bagdad (Raoul Walsh, 1924), Mogambo (John Ford, 1953), París-Texas (Wim Wenders, 1984), Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991)... junto a otros de segunda o tercera fila. El Amazonas de Lope de Aguirre, el viaje de los hombres prehistóricos en Hace un millón de años o el viaje al futuro de 2001, una odisea en el espacio, son algunos de los itinerarios citados."

- El Viajero, suplemento de El País, 19/IX/2009, p. 11.



"'¿Por qué te apetecía tanto ir a Nueva York?', preguntó hace tiempo un neoyorkino a una viajera usuaria de Hotelopia. 'Quería ver la ciudad de la películas de Woody Allen', le respondió. A menudo, el cine nos invita a viajar. El París de Amélie, la Toscana de Belleza robada o la mágica Inglaterra de Harry Potter… La mayoría podría citar una película que le ha inspirado una salida. En Hasta donde el cine nos lleve (Viajes y escenarios de película), Jesús Lens y Francisco J. Ortiz nos presentan una larga colección de sinopsis de filmes en que los viajes aparecen de una u otra forma. El género no importa; se citan comedias, dramas, musicales y westerns. Algunos de los recorridos como Mogambo, París-Texas o Thelma y Louise son tal vez más realistas que otros como 2001, una odisea en el espacio (¿o no?).

Hace tiempo, la viajera usuaria de Hotelopia que fue a Nueva York vio una película porque le gustaba el título: Todas la azafatas van al cielo. Desde entonces, siempre ha deseado viajar hasta Ushuaia (Argentina). Afortunadamente, Hotelopia le puede ayudar a hacer realidad su película. ¿Cuál es el escenario de la tuya?"

- Memento, crítico, en Blogtelopia, 25/IX/2009.



"Ni la guia Michelín, ni la Campsa, ni siquiera en la de Lonely Planet, el destino de mis próximas vacaciones se halla en otro sitio más especializado. Yo, que siempre he querido descubrir las ruinas de Pompeya tal y como las vio Ingrid Bergman en Te querré siempre o los salvajes paisajes de Nueva Zelanda convertidos en las Tierras Medias por obra y gracia de Peter Jackson me quedo con las páginas de otro libro. Hasta donde el cine nos lleve de Francisco J. Ortiz y Jesús Lens ahonda en la relación entre el Séptimo Arte y los viajes. En coche, en avión, en barco, en moto y hasta en tractor, cualquier medio es bueno para recorrer estos miles de kilómetros de celuloide. Ortiz y Lens repasan a través de unos 150 títulos toda la historia del hombre y sus particulares periplos. Desde En busca del fuego (Jean-Jacques Annaud, 1981) y Ice Age (Chris Wedge, Carlos Saldanha, 2002) a Regreso al futuro (Robert Zemeckis, 1985), pasando por aventuras más intimistas como Centauros del desierto (John Ford, 1956) o Una historia verdadera (David Lynch, 1999). Pasado, presente y futuro toman forma en los diferentes géneros analizados bajo el microscopio de dos cinéfilos reconocidos."

- Ana Aitana Fernández, crítico, en Tras la peli... los créditos, 5/VIII/2009.



"Y nuestra recomendación de hoy a un libro que no es negrocriminal pero que es fantástico y está soñado y cuidado por dos perfectos negrocriminales: Jeús Lens y Francisco J. Ortiz. Edita Ultramarina, y su título
Hasta donde el cine nos lleve. Viajes y escenarios de película."

- Paco Camarasa, librero de Negra y Criminal, 24/VII/2009.



"Una división de los libros sobre cine podría ser entre los que compramos para insertar en nuestras estanterías como futura materia de consulta -con la llegada de la Red, cada vez se reduce más esta necesidad-, y aquellos que, en cuanto caen en nuestras manos, son masticados de principio a fin, porque su autor no se limita al mero estudio académico sino que ha ido mucho más allá en la redacción de su obra, esforzándose por crear algo nuevo y único en su especie.

Sin duda, es a esta segunda categoría a la que pertenece Hasta donde el cine nos lleve, el libro que estrenan Jesús Lens y Francisco J. Ortiz, grandes conocedores, grandes escritores, grandes tipos.

Os dejo (...) mi encendida recomendación."

- Juan Ramón Biedma, escritor, en Conspiración Galatea, 14/VI/2009.



"Hasta donde el cine nos lleve (Viajes y escenarios de película), todo un parto perfectamente escrito a cuatro manos por el incombustible y amigo Jesús Lens y Francisco J. Ortiz.

Recibí el libro (dedicado) hace un par de días; ¡fue todo un lujazo! Un cóctel perfecto quienes disfrutamos con el cine y el viajar. Estoy convencido de que va a ser todo un 'exitazo', porque conozco a muy pocas personas que no estén interesadas por ambas materias. ¡Original es! Ellos tocan un tema que no está nada 'trillado'; referente a cine y viajes hay mucho escrito, pero unir y fusionar las dos ideas se convierte en una aventura."

- Colin, crítico, en La otra mirada, VIII/2009.



Aprovecho la ocasión para recordarles, por si es de su interés, aquello de lo que avisaba la semana pasada: que en la madrugada de mañana lunes 28 a martes 29, a la una menos cuarto en Telemadrid, un servidor hablará de nuestro libro de cine, entre otras cosas, en Las noches blancas, el programa de Fernando Sánchez Dragó donde el maestro de ceremonias se dejó acompañar también por unos contertulios de lujo: José Luis Garci, Eduardo Torres-Dulce, José García Berdoy y el escritor y director de cine Ray Loriga.



Ya saben: madrugada de lunes a martes, a 00.45 horas. Y los que dispongan del canal vía satélite, el programa se repite en sábado a 8.15 y 17.55, y en Telemadrid La Otra en la madrugada del sábado al domingo a 02.15. Espero que sea de su agrado y no se aburran mucho.



Aprovechamos esta nota para incluir nuestras recomendaciones literarias en el Fotomatón de la Semana Negra 2009 de la librería Estudio en Escarlata: los títulos elegidos fueron Delitos a largo plazo de Jake Arnott y Trago amargo de Francisco G. Haghenbeck, ambos estupendos. Cristina Carrasco tuvo la amabilidad de recomendar nuestro Hasta donde el cine nos lleve.

[Fotografías: El hombre que pudo reinar, Amélie, Te querré siempre, El salario del miedo, París, Texas, Dune, Ray Loriga, el autor de este vuestro blog y C. Carrasco en Semana Negra de Gijón 2009. © Última foto: Librería Estudio en Escarlata.]

sábado, 26 de septiembre de 2009

Las recomendaciones del sábado



Cómic:
COCHES ABANDONADOS
Tim Lane
(La Cúpula, 2009)

El sueño americano, el de una familia feliz, un trabajo estable y una existencia plácida, tiene también su lado oscuro: el de los desarraigados, los desempleados, los que vagan sin rumbo fijo, o incluso los que podrían tenerlo todo pero están marcados a fuego con la maldición de la infelicidad... Este universo, a medio camino entre Los vagabundos del Dharma de Kerouac y Reyes disfrazados de James Vance, y que da forma a una particular mitología exclusivamente estadounidense, es el que refleja Tim Lane en sus historietas cortas. Uno de los cómics más sugerentes (y escalofriantes) de este año.



Libro:
HERMANOS DE SANGRE
Nicola Gratteri & Antonio Nicaso
(Debate, 2009)

Frente a otras estructuras del crimen organizado como la popular Camorra napolitana, la ‘Ndrangheta calabresa siempre ha sido infravalorada, considerada como un mal menor, del que los medios solo se acuerdan en momentos puntuales: los de sus salvajes y sanguinarios ajustes de cuentas... Un periodista y un fiscal, ambos los mayores expertos mundiales en esta organización criminal que está detrás de buena parte del tráfico de cocaína en Europa, construyen una prolija y amena reconstrucción de su historia, que se ha ganado los elogios de Roberto Saviano, el autor de Gomorra. Una lectura apasionante.


(De: El Periódico de Villena, n.º 195, 25-IX-2009).

viernes, 25 de septiembre de 2009

La Semana de Warren Ellis: La Isla de Ellis

Llevamos toda una semana hablando de la obra de Warren Ellis, y hoy toca hacerlo en la prensa. Así pues, sin más preámbulos, pueden leer la columna de Abandonad toda esperanza de hoy:

Ellis Island

jueves, 24 de septiembre de 2009

La Semana de Warren Ellis: Black Summer





Ayer decíamos que Doktor Sleepless es, según su creador Warren Ellis, "el nuevo Transmetropolitan", aludiendo a su obra más popular y representativa. De igual manera, y por seguir con las comparaciones reveladoras, podemos señalar que Black Summer, el otro título de Ellis para Avatar Press que ve la luz estos días en España de la mano de Glénat, es "el nuevo The Authority".



"Lo más interesante de The Authority es mostrar a los superhéroes alejados de todo vestigio humano, aunque los miembros del grupo lo sean: Ellis muestra a sus personajes como dioses que contemplan la Tierra desde lo alto del cielo y velan por su seguridad, basándose en una moral superior que otorga el hecho de poseer superpoderes". Estas palabras, que escribimos hace más de dos años para referirnos a la serie creada por Ellis y el dibujante Bryan Hitch, pueden aplicarse punto por punto al relato de Black Summer, que arranca con el brutal asesinato del presidente de los Estados Unidos -cuyo nombre nunca se cita, pero que podemos identificar sin esfuerzo como George Bush, hijo- y de algunos miembros de su personal a manos de John Horus, un superhéroe que formó parte del grupo Seven Guns y que tras la disolución de este parece trabajar en solitario.



Como ven, nada nuevo bajo el sol: Black Summer es la enésima revisitación, y van... de lo que supuso Watchmen en el género de los superhéroes: un intento por contemplar qué supondría la existencia real de superhéroes en nuestro mundo. Además, como veíamos, es un tema ya tratado por el propio Ellis, para el que esto firma, antes y mejor: las desventuras de Jenny Sparks, Jack Hawksmoor y su equipo, sin ser una obra maestra del noveno arte, supusieron un soplo de aire fresco... allá por 1999, cuando se publicaron por vez primera, y apenas poco más de una década después de la aparición de la maxiserie de Alan Moore y Dave Gibbons. Hoy, diez años después, el relato se nos antoja repetitivo, como un eco molesto de algo que ya hemos oído antes infinidad de veces. Y es que la excepción, de tanto repetirse, acaba por convertirse en la norma.



Con todo, lo mejor de Black Summer es lo explícito de su propuesta: como decíamos al principio, a Bush no se le menciona, pero las referencias al conflicto bélico de Irak como una operación económica ilegal o a la manipulación en algunos estados de las elecciones por la presidencia de los Estados Unidos dejan poco lugar a dudas. Y esto nos hace plantearnos si Warren Ellis es un ciudadano del mundo cargado de valentía y osadía, o si no será que la historieta es mucho menos influyente e importante para los mass media y para la clase política de lo que a sus fieles lectores nos gustaría.



En cuanto al apartado gráfico, y como hiciera en Hellblazer o en la misma Doktor Sleepless, Ellis colabora con otro artista español, Juan José Ryp, célebre sobre todo por su trabajo con la voluptuosa Lady Death. Como hiciera en las páginas de esta serie o ilustrando el Robocop de Frank Miller, el artista andaluz opta por la espectacularidad como objetivo principal de su trabajo, presentando influencias que van desde el citado Bryan Hitch a, sobre todo, la colaboración de Geoff Darrow con el mismo Miller en Hard Boiled. Esto es: un trabajo detallista hasta el paroxismo que se regodea en la violencia gráfica más explícita.



En definitiva: Black Summer se deja leer, pero está muy lejos de los grandes logros de ese guionista al que tanto admiramos llamado Warren Ellis. Así pues, de su producción para Avatar les recomiendo mucho antes Doktor Sleepless, aunque sus incondicionales harían bien en echarle un vistazo a esta obra por eso del siempre agradecible y agradecido afán completista.


Título: Black Summer
Autores: Warren Ellis (guión) / Juan José Ryp (dibujo)
Editorial: Glénat
Fecha de edición: septiembre de 2009
208 pp. (color) - 15 €

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